Carta Abierta a los Padres

La Comisión de Infancia del Colegio de Psicólogos Distrito IX, dirige esta carta abierta a padres y adultos responsables de las crianzas, teniendo en cuenta la situación que atravesamos como sociedad en estos tiempos.

Este tiempo de pandemia y aislamiento ha tenido para todos nosotros como sociedad un efecto de acontecimiento disruptivo; es decir, algo sucedió de manera inesperada, irrumpiendo y desarmando las coordenadas y certezas que teníamos hasta el momento, y nuestro modo de vivir.

Como todo acontecimiento disruptivo, genera en un primer momento una sensación de extrañeza y también angustia; angustia ante la cual cada uno responde de manera singular.

Respecto a los niños, no podemos esperar que logren poner en palabras, al modo de un adulto, lo que les angustia, preocupa, temen. Los niños generalmente en lugar de decir todo con palabras, se comportan; y es mediante su conducta que expresan lo que les sucede. A veces incluso el “portarse mal”, es un intento desesperado de poder decir algo de su angustia.

¿Qué venimos observando en los niños? En reiteradas ocasiones cierta inquietud, mayor irritabilidad y sensibilidad, miedos sin motivos aparentes o que desde la mirada del adulto pueden parecer desmedidos, modificación de los horarios de sueño, pesadillas -es frecuente escuchar que se queden despiertos hasta más tarde o que duermen toda la mañana- también suelen decir en las consultas que extrañan mucho la escuela, o a sus amigos.

La sensación de aburrimiento y desgano aparece como algo preocupante para muchos adultos, junto a la dificultad para concentrarse especialmente en tareas escolares. Pueden aparecer también algunas conductas regresivas; estas son las que parecen hacer volver atrás adquisiciones que el niño había logrado. En este sentido algunos niños que dormían solos, han vuelto a dormir con sus padres, o a hablar como si fueran más pequeños.

Estos comportamientos no deberían ser considerados patológicos, sino más bien como intentos de procesar la angustia y temores que esta situación genera.

En el juego, observamos actualmente que los niños incorporan muchas veces referencias a todo lo que extrañan en este momento, ir al colegio, encontrarse con amigos, visitarlos, salir a la plaza. Al estar impedidos de hacerlo, los niños crean escenas lúdicas donde los muñecos y personajes tienen esta libertad. También suelen incorporar en los juegos y dibujos barbijos, distancia entre los personajes, utilización de alcohol en gel o elementos que desinfectan.

Muchos niños interactúan por las redes, juegan mucho en Tik-tok, haciendo distintos tutoriales, para mostrar a otros, juegan en grupo a distintos juegos de red, haciendo que los personajes visiten a otros, realizan videollamadas con sus amigos.

El hecho de que puedan incorporar estos elementos en sus juegos e historias, lejos de alarmarnos, nos muestra que cuentan con recursos para elaborar esta situación, ya que a través del juego, las niñas y los niños crean su propia idea del mundo, dominan su cuerpo, desarrollan habilidades, aprenden a relacionarse con otros, despiertan la inteligencia, aprenden a resolver diferentes problemas, por ello es una herramienta fundamental para elaborar esta crisis.

En cuanto a los adolescentes, observamos conductas que ya eran frecuentes como estar encerrados en sus casas, en juegos de red en contacto con otros se han conservado y pronunciado, incluso teniendo la posibilidad de salir de acuerdo al progreso de fase. A otros se les ha hecho difícil sostener el aislamiento, dando cuenta de cierto agotamiento en el uso de pantallas y la necesidad de encontrarse con pares. En casos más complejos, el encierro ha marcado dinámicas de violencia familiar, y otras situaciones acrecentando la vulnerabilidad de derechos y por ende de niños, niñas y adolescentes, ¿Qué podemos hacer los padres o adultos a cargo para acompañarlos?

Se sugiere que los adultos podamos estar disponibles, y apelar a elementos que permitan historizar, ponerle palabras a lo que vivimos. Respecto a la información, evitar las posturas extremas; es decir, no sobreinformar (su aparato psíquico no está preparado para elaborar tanta información), ni intentar “meterlos en una burbuja”. Ir  acompañando sus inquietudes, respondiendo a las preguntas que nos hagan en un lenguaje que ellos puedan comprender. También recordar que el juego es la vía privilegiada para procesar de manera más saludable las situaciones adversas, por lo cual es importante donar algo de nuestro tiempo para compartir con ellos juegos o alguna actividad de su interés. Se puede pensar en ayudarlos a generar proyectos cortos, en el día a día, para recuperar vitalidad y evitar la monotonía del tiempo.

¿Y qué hacer con las tareas de la escuela? Si bien algunos niños disfrutan de las tareas escolares, a otros las tareas les resultan agobiantes en este contexto, y esto lleva a varias discusiones con sus padres. Consideramos que no se puede pretender que aprendan igual (del mismo modo ni en mismas proporciones) que antes de la pandemia. Como las condiciones y posibilidad de atención y concentración no son las mismas, las exigencias deberían disminuir.

En la infancia, los lazos de amistad son pacificantes. Por más armoniosa que sea una familia, si un niño no tiene vínculos ajenos a ella, la situación suele tornarse “sofocante”. Por ello es importante favorecer la socialización con sus amigos, -que puedan ir a la casa de algún amiguito, o invitar a alguien a su casa-y en casos en que esto no es posible, favorecer que puedan encontrarse por videollamada. Los objetos tecnológicos no son ni buenos ni malos en sí mismos, todo depende del uso que se haga de ellos. (¡Si se utilizan para que el niño se encuentre con sus amigos, son bienvenidos!)

Para finalizar, es importante que podamos escuchar cuáles son sus inquietudes en este momento, intentando reconocer más allá del malestar ¿cuáles son los recursos que cada niño o niña tiene para enfrentar esta situación que se prolonga en el tiempo?

Muchos niños o niñas suelen retraerse, y replegarse, a veces hasta les da miedo salir, o temen les ocurra algo a las personas que los cuidan; padres, abuelos. Sabemos que los adultos no solo transmitimos mediante las palabras, sino también-y especialmente-con actos, actitudes. Los niños son muy permeables a “captar” nuestros estados anímicos. Es importante poder brindarles tranquilidad en ese sentido.

Como adultos deberíamos poder brindarles tiempo, afecto y disponibilidad para ayudarlos a sobrellevar este tiempo.